Antonia Gutiérrez Bueno, una perfecta desconocida hoy, tumbó en 1837 la prohibición de la Biblioteca Nacional para aceptar investigadoras y lectoras.
"Hay que tener mucha seguridad para resistir las coacciones sin
levantarse del asiento o para, una mañana o una tarde de enero de 1837,
sentarse a escribir al ministro de la Gobernación para reclamar un
imposible. Es bien probable que Antonia Gutiérrez Bueno creyese que si
no estiraba la mano no tocaría la luna. Porque eso era entonces la
Biblioteca Real, un lugar tan inaccesible para las mujeres como la luna,
con la pequeña salvedad de días festivos, cuando las damas podían
recorrerla en lo que equivaldría a una visita guiada de la época. Se
mira, pero no se toca." (Fuente: El País. 10/03/2013. Tereixa Constenla).
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