Los mitos griegos no solo habrán de servir de fuente de inspiración
primera y erudita a lo largo de la Historia, sino de excusa perfecta
para la construcción del cuerpo femenino y su representación plástica.
Se atribuye a Praxíteles la primera representación escultórica de una
mujer desnuda, la Venus de Cnido, tras la que seguirán otros tipos, como
la Venus agachada de Doidalsas o la Venus Calipigia, sin olvidar la
enigmática y fascinante figura de Hermafrodito, el hijo de Hermes y
Afrodita que reunía en su cuerpo ambos sexos. En una extraordinaria
revolución, el pudor que había caracterizado hasta entonces la
representación de la mujer en el mundo griego, donde el cuerpo se
ocultaba envuelto en túnicas y que tan solo rompían las mujeres al
margen de la norma, como las heteras o las pornai o que dejaban entrever
los cuerpos desmadejados de las ménades, presas del éxtasis y del
entusiasmo dionisíaco, cede ahora el paso a la representación del cuerpo
totalmente desnudo de Venus, modelo para sus compañeras humanas.
Más
allá de Grecia y de Roma, se reconocerá en el mito y en las figuras que
lo pueblan la capacidad de transmitir conceptos, de conducir a lecturas
alegóricas o simplemente de entretener con la viveza de las historias
que lo integran. Autores como Ovidio, Ateneo o Filóstrato servirán a los
artistas de fuente de inspiración y los mitos griegos poblarán los
palacios de las grandes cortes europeas. En este ámbito culto, el
cuerpo de la mujer se convierte en objeto de deseo, en receptor de la
mirada. Andrómeda, Leda, las Gracias o Calisto, una de las escasas
presencias en el mito de una relación homoerótica entre mujeres, serán
la excusa perfecta para la cosificación.
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